Por Mauro Yakimiuk
¿Quién iba a pensar que alguien podía reescribir un clásico como “El Martín Fierro” pero con un lenguaje tumbero? Ese alguien existe y es el escritor paraguayo Oscar Fariña que publicó el libro “El Guacho Martín Fierro” en el que, a través de la poesía, adapta el libro de Hernández pero desde la mirada de un 'pibe chorro'. El poeta analizó con “Entre vidas” su novedosa publicación en la que respeta la métrica pero en la que, a su vez, emplea un vocabulario marginal que conoce de su infancia.
¿Cómo fue que se te ocurrió escribir “El guacho Martín Fierro”, que es el clásico de José Hernández pero desde la óptica de un pibe chorro?
Yo antes en un poemario anterior había trabajado mucho con ese registro marginal. El libro se llama “Pintó el arrebato” y viendo lo que se hacía acá en el país en la poesía, a mí llegaba menos. Todo lo que se lee es más de clase media. Vicisitudes urbanas de pibes de esa clase social. Yo estaba un poco aburrido de todo eso y también de lo que yo mismo estaba produciendo y ahí se me ocurrió ver la posibilidad de escribir más poemas con un registro marginal, suburbano. Pensando en esto, presté atención a una serie de bibliografía y de cierto grupo de mi familia que vive en la provincia. Por ejemplo, “Pintó el arrebato” en el imaginario de mi cabeza transcurre en el barrio Nueve de abril, que es en dónde el otro día explotó la garrafa. Y ese primer libro empezó a circular y tuvo una buena repercusión. Empecé editando un fotolog, me gustaba esa idea de editar poesía en un lugar que no tenía nada que ver y después hice unas fotocopias que repartía. Y muchas devoluciones que tenía de la gente eran relacionadas a la gauchesca. En un principio mientras lo escribía no estaba en mi cabeza esto pero me interesó mucho porque la gauchesca es algo que me interesa. Lo de la gauchesca se cruzó con otra cosa. En el año 2010 apareció un libro que se llama “Orgullo y prejuicio y zombies”, básicamente metían zombies en la novela de Jane Austen. Me pareció una idea buenísima, igual en ese caso la idea era mejor que el libro. Entonces se me ocurrió hacer algo así pero local y llegué a “Don segundo zombie”, traté de desarrollar ese proyecto pero no me gustó, hice un par de capítulos. En ese momento tenía en la cabeza también el Martín Fierro y salió de lo de mezclar ese libro con éste registro marginal, cabeza, cumbianchero, con el que el yo había trabajo en “Pintó el arrebato”. Yo trabajo mucho por títulos, el título es mi faro. Si me entusiasmo con un título trato de justificarlo y escribir algo. Me gustan los títulos que se puedan hacer remera. Una vuelta estaba con la tapa de un Martín Fierro, que tenía el típico gaucho con el caballo y la cincha, con el brazo al aire y empecé a dibujarlo pero hice una moto y una cartera, un motochorro y pensé que era por ese lado que tenía que escribir. Esa es la génesis. Tenía el título y tenía ese dibujo que me entusiasmo, ahí fue que arranqué. Imprimí los versos de Internet y escribí los versos al lado.
Respetás mucho la métrica.
Absolutamente la respeto, es algo buscado. Mi hipótesis de trabajo fue la siguiente. A mí me gusta mucho el Martín Fierro pero no me gustan las lecturas que se le dieron. Veo a la gente que generalmente busca el Martín Fierro y entiendo que está mal leído. Está la imagen ingenua, el gaucho manso con la vaquita al lado, tomando mate. El verdadero texto está cargado de violencia, contradicciones e incluso verbalmente es problemático, todo eso se deja al lado, no se presta atención. Hacen una lectura muy superficial e ingenua y los pibes la padecen. Te hacen leer en cuarto o quinto año ese libro y es un bajón. Yo creo en la actualidad de ese texto, la gente joven podría leerlo con más entusiasmo. Entonces fui cambiando algunas cosas, actualicé el personaje, a la vez tratando de cambiar lo menos posible para ver cuánto de actual tiene el texto original y mostrémoslo para ver que pasa. La métrica es absoluta, seguí el texto verso por verso, muchos de los versos ni siquiera se tocaron pero tocando alguna cosa ya se resignifica todo.
En un momento contás como “El guacho” mata a una persona al igual que en el libro original.
Exacto, funciona todo igual. Eso es algo que se perdía del personaje original. Ahí mata a alguien porque sí y porque está borracho, culpa de su borrachera y de sus prejuicios. Me parece que es loco que un Premio tan careta como el Martín Fierro premie a los mejores de la televisión y lleve el nombre de un cocoliche, de un bardero. Discursivamente o verbalmente a mí parecía muy rico tratarlo desde el habla típica coloquial de las lenguas marginales que a nivel social es el grupo más productivo. Los que estamos más escolarizados respondemos más al modelo y estamos más atentos a eso. Nos enseñaron a hacer “las cosas bien” y los pibes que no están integrados son más libres, más creativos y el idioma se vuelve más plástico.
¿Qué es lo que tanto te apasiona del mundo marginal?
Hay algo del culto del valor, del que caía también Borges. Yo escribo aventuras, cosas entretenidas. No sabría como escribir acerca de la vida de un contador. Por su puesto que a los pibes que están en el agite le pasan más cosas que al tipo de clase media estándar.
¿Qué tiene de autobiográfico?
No sé si tiene algo estrictamente autobiográfico. Lo que si me parece es que tengo un manejo del discurso y del código callejero suburbano. Mis tíos viven en el barrio 9 de abril todavía y es un barrio de calle de tierra, en dónde hay rock and roll. Hay agite, hay unos códigos que se manejan de estar ahí y hay como un espíritu de barrio que lo manejo por haber participado, sobre todo en esos años acaso fundamentales, formadores de la adolescencia. Ahora hace mucho que no voy. Las vivencias y las cosas que te marcan te dan ganas de contarlas después. La literatura es eso, contar lo que te marca absolutamente tergiversado. Yo no hago crónica, tampoco denuncia social, entiendo que son lecturas que se desprenden, sobre todo de “El Martín Fierro”. En un primer momento estoy haciendo un trabajo verbal, una intervención de discurso.
En un momento hay una especie de denuncia social…
Yo no quiero anular esas posibles líneas de lectura porque no quiero anular ninguna, que cada uno lea lo que quiera. Claramente el contenido de denuncia está porque lo ha dicho Borges, el libro original era un folletín de denuncia contra el Ministerio de Guerra y como los gauchos terminaban en la frontera haciéndola le guerra al indio, arbitrariamente. En mi transpolación al mundo carcelario, al servicio penitenciario, eso necesariamente está.
¿Cómo surgió la posibilidad de editar el libro?
Me lo propone la editora. Factotum trabaja narrativa y a mí no se me había ocurrido a través de ellos. En un principio había pensado en ver qué onda con los pibes de “Barcelona” que editan libros, la ví más o menos en la onda de ellos. Tuve un intercambio de mails con el director y él me dio a entender que ellos son un grupo cerrado, que son diez chabones que trabajan siempre del mismo modo ellos solos. Eso no salió pero Andrea Stefanoni que estuvo muy atenta, se enteró, se ve que le interesó y me lo propuso ella.
¿Cuál es el papel de los dibujos tumberos dentro de la publicación?
Los dibujos son fundamentales en éste libro. Un dibujo inicial me disparó a escribir. Yo dibujo mal pero había cosas del libro original que tenían que estar, las ilustraciones y el glosario. No tenía muy claro al principio que iba a hacer los dibujos. Los hice incluso para mostrárselos a mi editora porque hasta ese momento no tenía el texto completo. Es un texto que el contenido visual hace mucho al sentido del libro. Entonces no me servía mostrar solo el texto, necesitaba mostrar también los dibujos. Básicamente la que decide que salga con éstos dibujos es mi editora Andrea, ella vio eso y me parece que acertó. Me doy cuenta que justamente lo que necesitaba el texto eran ese tipo de dibujos. Representa y va en concordancia con el estilo del libro. Yo juego mucho con las alteraciones ortográficas, todo respondía al mismo modelo, medio amateur, más coloquial.
¿Querés que te lea algún público en particular?
Me gustaría que lo lea la gente que vive esa realidad, que lo lean los pibes. Hay muchos que lo leyeron y se cagaron de la risa. Quisiera que en medio de la risa se cuele otra cosa también pero por supuesto la risa es a lo que apunto y a lo que quiero que se enganchen.
¿Por qué decidiste escribir acerca de la primera parte del Martín Fierro y no de la segunda?
Porque la segunda parte cambia absolutamente de registro, es la parte careta del Martín Fierro y la menos rica. Estoy hablando del original. En la primera parte Hernández habla de la denuncia, de las condiciones en las que vivía el gaucho perseguido. Era el paria, el que no le llegaba al Estado y que el Estado usaba como carne de cañón para ir expandiendo las fronteras, sus límites. Lo que pasa que en esos años el texto circuló terriblemente, lo leía el pulpero a los analfabetos y el éxito y la popularidad lo cambió tanto a Hernández que hasta llegó a Senador. Era como el “Bati” jugó en River y pasó a jugar en Boca, de repente de estar en contra del Estado pasó a estar a favor del Estado y en esa segunda parte hay una clara intención doctrinaria de amansamiento pedagógica del gaucho. La segunda parte es la que no me sirve a mí. Políticamente es reaccionaria.
¿Tu libro es mejor que el de José Hernández?
Yo no voy a decir eso pero lo que sí, a mí me gusta mucho la ciencia ficción y hay un tópico que está siempre que es el clon que termina reemplazando al original. Quiero eso, contaminar, que pase algo. Es una fantasía pero me gustaría que muestren en las escuelas mi libro.
¿Tenés pensando escribir alguna novela?
Me encantaría escribir narrativa, yo consumo mucha narrativa. Tengo amigos poetas que no leen nada de narrativa, que la vida de ellos pasa por la poesía.
De los últimos libros que leíste, ¿cuáles recomendarías?
De los últimos libros que leí recomiendo “Bellas artes” de Luis Sagasti y “Las primas” de Autora Venturini.
¿En qué estás trabajando actualmente?
Estoy con varios poemas, hay un par de editoriales independientes en las que a lo mejor sale alguna cosa entonces estoy separando material y pensando mucho en la posibilidad, que no abandoné del todo, en lo de “Don Segundo Zombie”. En cómo trabajar eso. También tengo una idea para escribir alguna novela exagerada histórica acerca de la Guerra de la Triple Alianza pero con zombies. Igualmente me parece que lo que importa es ponerse, sentarse. Cuando en mi cabeza algo haga el clic, a lo mejor cuando encuentre el título de otra cosa voy a empezar a escribir.
Se agradece la excelente predisposición de Andrea Stefanoni y las fotografías de Ezequiel F. Muñoz.
* Mauro Yakimiuk es periodista, egresado de DeporTEA. Nació en Buenos Aires el 3 de Julio de 1979. Trabajó como colaborador de numerosas publicaciones digitales. En Julio de 2009 inauguró un espacio para recorrer trayectorias e historias de vida llamado "Entre Vidas". Esta es su primera colaboración para La Voz Joven.